jueves, enero 10, 2008

EL 8VO. LOCO



El 8vo. loco Ediciones que nació, a fines de 2005, como desprendimiento de una pequeña editorial porteña llamada Malas Palabras Buks. Con su primera colección, “Pingüe Patrimonio”, El 8vo. loco se propuso canalizar su esfuerzo por promover la relectura y reinterpretación de textos canónicos de la literatura argentina para sacar el capital simbólico universitario del aislamiento de sus claustros para devolverlo a la sociedad entendida en términos amplios. Actualmente acaba de lanzar los dos primeros títulos de su segunda colección, “69/ Argentina es Latinoamérica”. A continuación una entrevista a una Ana Ojeda, que comenta a La Posición pasado, presente y futuros proyectos del singular emprendimiento editorial.

Por Ana Ojeda

¿Cómo se inició el proyecto editorial?
El 8vo. loco nació como una voluntad fuerte de no ceder espacios. En un contexto en el que el campo editorial se parece al de cualquier otro producto comercializable (y pierde, en este sentido, algunos de los rasgos que lo diferencian en tanto estrictamente “cultural”), la idea fue —y sigue siendo— crear canales alternativos que nos permitieran dar a conocer no sólo la literatura argentina que quedó al borde del canon, sino también la de escritores latinoamericanos que no son los que las editoriales multinacionales con base en Europa consideran como los próximos García Márquez. Pensar en construir los canales apropiados para traer al país la literatura del guatemalteco Mario Loarca Pineda, por ejemplo, tiene que ver con una voluntad de autodefinición identitaria fuerte. Significa no resignarse a elegir entre los nombres o títulos que ofrecen las multinacionales, sino crear un pensamiento propio acerca de quiénes somos y, consecuentemente, qué literatura nos interpela, nos representa, nos interesa, en definitiva.
Si una editorial debe tener en cuenta dos aspectos muchas veces contrapuestos, mercado y literatura, nosotros desde el vamos nos decidimos por la literatura. Creemos que es una manera adecuada de enfrentar un circuito plagado de editoriales de proporciones monstruosas, muy presionadas por generar el próximo best seller o por “descubrir” (si bien “crear” es la palabra apropiada) el próximo Andahazi, por no mencionar más que un nombre.
¿Qué se está escribiendo, hoy en día, en Paraguay? ¿Cuáles son los escritores y escritoras jóvenes? ¿Cuáles sus problemáticas, sus estéticas, su lengua? Es imposible saberlo porque en este momento no existen canales, si no independientes, por lo menos menos pendientes del factor “éxito de ventas”, que traigan este tipo de obras a la Argentina. Éste es el vacío que queremos llenar nosotros.

¿Cuál fue el criterio establecido para diagramar las colecciones?
Hasta el momento, El 8vo. loco tiene dos colecciones. Cronológicamente, la primera fue “Pingüe Patrimonio” que, tal como figura en la contratapa de sus libros, está “dedicada a rescatar textos literarios y críticos del siglo XX (o que se refieran a él) que, a pesar de su importancia, circulen poco en la actualidad. A la hora de nombrarla se tomaron las palabras de Esteban Echeverría (1805-1851) quien, en la ‘Advertencia’ a La cautiva, aboga por volver la mirada hacia lo que, siéndonos propio, agoniza en el desinterés, para sacar de ello riquezas de todo tipo”. Como es evidente, “Pingüe Patrimonio” fue creada con una intención bastante didáctica. Queríamos recuperar algo de la tradición de Capítulo y los libritos de CEAL, de ese empeño de sacar los libros de la biblioteca y la universidad, y llevarlos a la calle, instalarlos en los kioscos de diarios. Pero también buscábamos no repetir bovinamente esquemas heredados sin cuestionamientos. Fue por eso que decidimos rodear los libros de un paratexto que, por un lado, diera cuenta del autor y su literatura desde una mirada actual (crítica también respecto de los modelos académicos tradicionalmente utilizados para ubicarlo en el marco de su campo cultural). Por el otro, que le permitiera al lector hacerse una idea de la recepción original de los textos, como una manera de, tácitamente, volver evidentes los ademanes (de recuperación o desfenestración) de la crítica literaria. Así, el primer volumen de “Pingüe” lo dedicamos a la poesía de la década del veinte de Nicolás Olivari. Esto nos permitió recuperar tres poemarios que si bien muy citados en diccionarios, enciclopedias y demás, era casi imposible conseguir en las librerías de usados. Pero también reevaluar críticamente la matriz binómica Boedo / Florida, normalmente utilizada para explicar el campo cultural existente en 1920. Y cuando digo “nos permitió”, me refiero a Rocco Carbone, que es el otro involucrado en esta apuesta editorial y autor de las hipótesis que ponemos en circulación tanto en el estudio preliminar del libro de Olivari, como en el siguiente que hicimos, dedicado a los cuentos del veinte de Enrique González Tuñón.
“Abrir” la colección con Olivari fue importante para nosotros porque significaba jugarse por un nombre a menudo considerado como de segunda línea que, en realidad, pensamos, es parte de una vanguardia mucho más rupturista para la época que la representada por los consabidos grupos de Boedo y Florida. Un conjunto de autores que integran una tercera zona, alternativa respecto de esas dos (que podrían definirse rápidamente como arte comprometido / artepurismo), cuyas apuestas literarias fueron de un radicalismo imposible de leer en su momento de aparición, hecho que los fue relegando a la oscuridad del segundo plano. El caso de Olivari, en este sentido, es paradigmático. La trayectoria lírica que va de La amada infiel (1924) a La musa de la mala pata (1926) y termina en El gato escaldado (1929) —que es lo que nosotros publicamos— es de una coherencia pocas veces vistas, no sólo puertas adentro, es decir, en el contexto de la propia obra olivariana, sino también respecto de la de sus compañeros de ruta, los demás integrantes de esta tercera zona (Mariani, Enrique González Tuñón, entre otros).
Además de este primer volumen dedicado a Olivari, en “Pingüe” publicamos Narrativa 1920-1930, que contiene El alma de las cosas inanimadas (1927), La rueda del molino mal pintado (1928) y, a modo de bonus track, El tirano. Novela sudaméricana de honestas costumbres y justas liberalidades (1932) —texto que, hasta hoy, nunca se había reeditado—, todos de Enrique González Tuñón. La parte dedicada al rescate crítico la inauguramos con Las revistas literarias argentinas (1893-1967), de Lafleur, Alonso y Provenzano, que a su vez está precedido por un estudio de Marcela Croce.
Nuestra segunda colección, que acabamos de estrenar ahora en mayo, se llama “69/ Argentina es Latinoamérica”. Si “Pingüe” se dedica al rescate y reposicionamiento de autores marginales del pasado, “69” hace lo propio con los del presente. Vale decir, nuestro interés es dar a conocer aquellas obras que consideramos de calidad, sin preguntarnos si eso es lo que el “público” está esperando o no. Esto nos da una libertad de acción, de movimiento, notable. Elegimos sin presiones porque no tenemos que convencer a nadie.
La idea de “69” es dar a conocer, en el mismo tomo, a un autor argentino y otro latinoamericano, de cualquier país del subcontinente. El número corresponde a la disposición tipográfica de los textos, a modo de cara y cruz o de pose del Kamasutra, si querés. En la primera entrega, sin embargo, esto no lo respetamos y largamos con una novela mía, llamada Modos de asedio y otra de Mariano Fiszman: Nuevas cenizas. Después de cada una, y frente al didactismo de “Pingüe”, la propuesta de “69” es mucho más libre: “cierra” con una entrevista a cada uno de los autores, de manera de permitirle al lector agrandar un poco la perspectiva respecto de la obra que acaba de leer.

3.¿Cuál fue la recepción por parte del público?
La editorial es todavía muy joven, recién nacida, diría. Hasta ahora nos han llegado voces de aliento de toda clase de gente y ámbitos diversos. Esto me hace pensar que los entusiastas son menos perezosos que los otros.
4.¿Cuál es el estado actual de las editoriales argentinas de corte “independiente”?
No sé si tengo una visión lo suficientemente panorámica de este asunto. Si te puedo decir que creo firmemente que hoy en día, todo lo que a mí me resulta interesante de la literatura argentina, pasa por las pequeñas editoriales, que son las que toman riesgos que las multinacionales no podrían siquiera soñar con permitirse.

5.¿Hay un mercado y un circuito propio para este tipo de proyectos editoriales?
Creo que sí lo hay, en tanto y en cuanto no esperes lucrar con él. Sobre todo porque a la gente a la cual le interesan tus libros (y podrían, por lo tanto, comprarlos), siempre terminás regalándoselos.

6.¿Proyectos futuros?
Por estos días estamos dedicándonos a preparar un tomo dedicado a la narrativa del veinte de Roberto Mariani que esperamos sacar en “Pingüe”, durante la segunda parte de este año.

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