Entrevista realizada por Maximiliano Crespi, Claudio Dobal y Emiliano Vuela en el marco del XII Congreso Nacional de Literatura argentina. Río Gallegos, noviembre de 2003.
Crespi: Sabemos que el sur tiene una connotación particular en su narrativa, en tanto repone a la frontera como límite político y cultural en el que se producen enfrentamientos conflictivos. Quisiéramos saber qué más le sugiere el sur como contexto.
Rivera: Hay un libro sobre el sur. El profundo sur. No sé qué más te puedo contar. La Patagonia es otro país. Primer dato, al menos para mí. Es un mundo desolado. Tenés una colonia de galeses, y después no hay más nada; Bariloche, un centro de veraneo; Tierra del Fuego, que tiene una historia inhóspita, que sirvió para recluir a presos políticos y presos comunes. A mí me impresiona mucho la Patagonia y esto es la Patagonia. Esto, Santa Cruz.
Hay demasiados nombres de santos acá. En Córdoba también. Córdoba es una cuidad de Iglesias. Yo me siento en un bar y me siento frente a una iglesia. El único café que conozco, y voy a ese café porque tiene buenas instalaciones, se llama El Quijote. Me gusta mucho. Se puede leer tranquilo ahí. Ahí, como acá, también hay demasiados nombres de santos.
Esta mañana escuché en la radio “Golfo San Matías”. Por qué habrá tantos nombres de santos es una pregunta que yo me hago estando acá. ¿Acaso no hubo nunca en la Patagonia otra gente que mereciera dar el nombre? No lo sé. Yo en Hay que matar tuve que poner “La compañía” porque arriesgaba un juicio si ponía Menéndez Behety. El gallego Menéndez y la turca Behety. Arriesgaba un juicio y lo iba a perder porque los Menéndez Behety fueron en algún momento los dueños de la Patagonia, de todo el sur. Tanto que cuando los peones protestaron hicieron intervenir el ejército en la década del 20. La matanza del año 22. Hay una película con Federico Luppi que cuenta también eso. Los fusilamientos de los obreros. Después la historia sigue con un coronel al que después mataron...
Vuela: Falcón.
Rivera: Sí. El coronel Ramón Falcón. Lo mató Simón Radowistky que se pasó no sé cuántos años preso. Lo golpearon y le hicieron de todo ahí. Pero eso ya es otra historia porque a Radowistky le dan la libertad por fin y participa en la guerra civil española, se va a Méjico y después su paso por la tierra desaparece. Nadie sabe qué carajo pasó con él.
Esto es el profundo sur. Por eso me gusta caminar por aquí. No ir al Perito Moreno. Eso es para los turistas. Prefiero encontrarme con la gente que estuvo hoy en la charla. Y con ustedes. Con trabajadores de la cultura que sacan como pueden una revista, que viven en Bahía Blanca, que tienen uno de los periódicos más odiosos de la prensa argentina.
Crespi: ¿Reconoce a otros compañeros escritores comprometidos también en esa faena?
Rivera: Sí, claro. Está Viñas, está Bayer. Está Tizón que es un gran escritor y escribe sobre ese mundo que él conoce como nadie. Tizón estuvo exiliado y es acaso uno de los mejores novelistas que hay aquí. Aunque para mí el mejor de todos es Eduardo Belgrano Rawson que escribió Fuegia (1991), por ejemplo. Él tiene un libro formidable que se llama Noticias secretas de América.
Crespi: Además de la amistad, hay ahí la elección de una poética que, raudamente, podríamos llamar realismo.
Rivera: Eso. Realismo, a secas.
Crespi: Una clara relación entre literatura, política e historia.
Rivera: Yo soy un escritor político. Comprometido políticamente. Sí, yo acepto que me digan que soy un novelista político. Lo que no acepto es que me digan que soy un novelista histórico. Me parece una superficialidad esa denominación. Yo tranquilamente podría haberle cambiado el nombre al Rosas de El farmer (1996) o al Castelli de La revolución es un sueño eterno (1987). O a Paz (Ese manco Paz, 2003). Tengo todo el derecho, como cualquier narrador, a tomar personajes protagonistas de la historia argentina. Pero se terminó eso también porque lo que vaya a escribir de ahora en más no va a tener que ver con la historia que nos enseñan en la escuela.
Dobal: A propósito, que momento de la historia argentina cree Ud. que ha quedado sin tocar o sin profundizar por la literatura.
Rivera: No lo sé. Realmente no lo sé. Ya casi no se habla de eso que Faulkner llamaba “impulso interior“. Para mí el “disparador” de La revolución es un sueño eterno fue esa paradoja: que el orador de la revolución tuviera un cáncer en la lengua. A partir de ahí se escribió esa novela. Y Faulkner dijo que El sonido y la furia lo escribió cuando vio una bombachita de niña manchada de barro. ¿Qué pone eso en marcha en un escritor? No lo sé. Sí sé que escribí Hay que matar para hablar de esos tres que estaban al servicio de los Menéndez Behety: el sargento, Rosita y otro más que ahora no recuerdo. Esos tres que eran usados cuando los Menéndez Behety querían las tierras de algún chacarero de esos que en el sur son llamados pobladores. O cedían la tierra o los bajaban. Y creo que hasta hoy eso sigue vigente, con otros nombres.
Vuela: Benetton.
Dobal: Stallone, Turner.
Rivera: Así es. Ustedes lo saben, lo denuncian. Pero nadie más hace nada ni dice nada.
Dobal: Hoy se discutía sobre lo que puede narrarse. La pregunta era: quién y cómo escribir “El fiord de la dictadura”...
Rivera: Eso tampoco se sabe. Cómo escribir sobre esos seis años en que la dictadura tuvo a cargo, porque hay que convenir que estos asesinos no eran más que administradores del Estado en manos del stablishment que hoy es “democrático”, sin oposición y sin alternativas. ¿Qué más que eso es el presente? Yo me pregunto a mí mismo cómo escribir sobre la anomia.
Salieron a cacerolear. ¿Quién salió a cacerolear? Unas ancianitas que tenían veinte mil dólares en el banco. No salieron ustedes. O si salieron no salieron con la misma consigna. Porque el día que ustedes salgan tendrá que ser otra cosa. Tendrá que haber otros motivos, otras razones.
Crespi: Quiere decir que Ud. no ve ningún cambio estructural sino un reacomodo del stablishment.
Rivera: Yo pienso que sí. No necesitan matar más a nadie. Este es el momento en el cual la burguesía dominante va a ser “honesta”. Yo siempre he pensado que la corrupción acompaña a la burguesía como la sombra al cuerpo. Pero ahora va a ser mucho más atenuada que en otras épocas. Si no, fíjense: ¿cuántos corruptos hay presos? No muchos. Es más, yo diría que muy pocos. Este es el momento de los grandes gestos de la burguesía: limpieza en el PAMI...
Crespi: En la Corte...
Rivera: Limpieza en la Corte, lenta pero...
Crespi: En la Cúpula militar...
Rivera: Bien. Se liquidó la Cúpula militar. Pero, quién puede asegurar que este Ejército no va a volver a torturar. O que la oficialidad de bajo rango, digamos, hasta Mayores, no va a volver a torturar como torturó antes. Quién va a garantizar eso si la tortura está incorporada constitucionalmente al Ejército, al Ejército como fuerza represiva. ¿Cuál es su enemigo hoy? Chile no. Ya se terminó. Entonces, ¿quién? Todo aquel que proponga un cambio. En primer lugar, ustedes. No un viejo como yo. Ustedes y de eso hay que hacerse cargo.
Crespi: ¿Qué piensa Ud. de los ademanes populistas del gobierno actual?
Rivera: Que no es nada más que eso: populista. Lleva acabo una política de mucho efecto en la población. Pienso en González Gaviola, por ejemplo, que ha puesto a toda su familia en puestos bien rentados. O, más todavía, cómo es posible que un comisario tenga trescientos mil dólares en las Bahamas. Un comisario que debe ganar un sueldo que no debe pasar el del Presidente. Tres o cuatro mil pesos por mes. ¿Cómo hizo para juntar trescientos mil dólares?
Dobal: “Capacidad de ahorro” dijeron los medios bahienses...
Rivera: “Capacidad de ahorro”. Es un mal chiste.
Crespi: Pero volviendo a su literatura, Andrés, en eso que Ud. entiende como un aprendizaje, la escritura, y eso que Ud. también siempre vincula, citando a Faulkner, al trabajo, ¿cuáles cree que fueron los cambios más sustanciales desde El precio o Ajuste de cuentas hasta las últimas escrituras reunidas en la antología que Alfaguara preparó y editó el año pasado?
Rivera: Yo diría que aprendí. Aprendí a poner en dos líneas lo que no tiene que ponerse en diez. Ése es un aprendizaje permanente.
Crespi: ¿La palabra justa?
Rivera: Sí. Eso que los franceses llaman le mote juste. Hay que encontrar esa palabra y eso es trabajo. Nada más ni nada menos que eso: trabajo.
Crespi: Y, ¿qué piensa del trabajo de los escritores de la generación posterior a la suya? Pienso en algunos escritores renombrados. César Aira, por ejemplo...
Rivera: No lo leí. Empecé a leer uno de sus libros pero me aburrió. Pero Saer es un gran escritor.
Ningún escritor está obligado a hacer menciones políticas en su narrativa. Ahora bien, yo me pregunto, si uno escribe sobre el triángulo amoroso (él, ella y el amante, o viceversa), ¿cómo escribir sobre eso y no escribir sobre lo que sería el entorno? ¿Qué son? ¿Pequeño burgueses?, ¿pobres?, ¿piqueteros?. ¿Qué son?, ¿dónde viven?, ¿cómo viven? Ésas son preguntas que hay que hacerse.
Crespi: Ya nos adelantó algo, pero nos gustaría saber ¿cuáles son puntualmente sus próximos proyectos?
Rivera: Hay dos nouvelles, que es lo que voy a proponer al editor de Alfaguara, y hay un libro de cuentos, Cría de asesinos. Si yo fuera el editor de Alfaguara aceptaría las dos nouvelles porque se inscriben en el ruido que ha suscitado Ese manco Paz. Si no, está Cría de asesinos. Una por año. Dos es ya saturar al lector. Yo sé que tengo un público de no más de dos mil lectores fieles, que “leen a Rivera”. Después está el lector ocasional, que se guía porque La Nación me tiene a mí en la lista de best-sellers hace catorce semanas. Esos tienen que elegir entre John Grisham y yo. Ellos no saben muy bien qué diferencia hay entre lo que escribo yo y lo que escribe ese otro que ya hace cuarenta semanas que está en la lista de La Nación. Yo sé que escribo de los derrotados. Escribo acerca de aquellos que tuvieron el proyecto de cambiar este país y perdieron.
jueves, enero 10, 2008
DIÁLOGO INCONCLUSO: Andrés Rivera
Publicadas por . a la/s 7:05 p. m.
Etiquetas: Andrés Rivera, Claudio Dobal, Entrevistas, Maximiliano Crespi
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