jueves, enero 10, 2008

UN PODEROSO Y DISTINTO NARRADOR

Como Arlt, Enrique González Tuñón vivió apenas poco más de 40 años. Nació en Buenos Aires en 1901 y murió en Córdoba, tísico, en 1943. Fue redactor de Crítica y Noticias Gráficas, de donde salieron varios de sus libros armados a partir de crónicas. Sobre su jugosa narrativa poco y nada ha intervenido la crítica literaria oficial, más dedicada por otra parte al cacareo girondino que a la obra poética de su hermano Raúl. Tangos (1926) y Camas desde un peso (1932) son sus obras más conocidas. El 8vo. loco acaba de presentar, al cuidado de Ana Ojeda Bär y Rocco Carbone, Narrativa 1920-1930, volumen que compila El alma de las cosas inanimadas (1927), La rueda del molino mal pintado (1928) y una mordaz sátira de la dictadura de Uriburu, El Tirano (1932). A continuación, el narrador Mariano Granizo ensaya a propósito de la presente edición.

Por Mariano Granizo


Dos son los géneros literarios que nos caracterizan a los argentinos, en cuanto a su producción y a su consumo como lectores: uno es el ensayo, del que ya se ha hecho en esta revista, a lo largo de sus números, un seguimiento de sus principales, a nuestro juicio siempre interesado ladinamente, ejecutores; el otro es el cuento, devenido genéticamente en su hermano degenerado y víctima feliz de las mutaciones del tiempo, el relato. Los argentinos solemos decir las cosas al pasar, lo que desemboca en nuestra adhesión al relato como género bandera de nuestra literatura, al menos desde el siglo XX para acá. Decimos, breve, sin dilatarnos, y después hacemos como que no pasó nada. De hecho, nuestras respuestas a los avatares políticos que nos tocan vivir siempre duran sólo un rato, una breve resistencia, una breve queja, una breve rebeldía y una novelesca sumisión. Llegamos, decimos, mandamos a todos a la mierda y hacemos mutis en silencio como si acá no hubiera pasado nada. Nuestra forma de expresión furiosa es el relato, nuestra forma de explicar la furia pasajera es el ensayo.
Y por colaborar al conocimiento y aceptación del relato, debemos agradecer y felicitar a la gente de El 8º loco por la edición de un libro de Enrique González Tuñón que comprende su obra narrativa correspondiente al período 1920-1930. son estos textos breves, llamémoslos cuentos o relatos, aunque deberíamos inclinarnos más por este último por su falta de estructura tradicional y una suerte de narración sin un rumbo fijo que predomina. Aguafuertes, podría decirse, ya que la mayoría de los textos tienen su origen en la publicación en diarios, salvo que a mí me resultan absolutamente lejanas de la posibilidad o intención de reflejar los modos del ser popular y son más cercanos a una fabulación muy creativa sobre alguna circunstancia o elemento de la realidad cotidiana de esos años.
Hago con este libro lo que tanto me gusta hacer con los libros que se sostienen más allá de la linealidad de lo que cuentan: lo abro en cualquiera de sus páginas y leo, así me encuentro con un breve relato distinto cada vez que me dice quién es Tuñón y que era aquello de vivir en Argentina en la década del 20. lo leo al azar, por supuesto, sin respetar los tres libros que coexisten en este único que se presenta y los engloba conteniéndolos. Y Tuñón se me hace grande, porque no baja la guardia sorprendido por abrirlo y encararlo en su página 95, o 72, o 115.
Alejado del Arlt de las aguafuertes y, en todo caso, más tirado hacia el lado de éste como autor de relatos casi fantásticos, casi de ciencia ficción, casi definible y catalogables, González Tuñón propone tres miradas para conseguir una observación interesante y no perimida por lo que todos sabemos de la década del 20 relacionado a Boedo y a Florida: una mirada de rayos x que permite observar el alma de los objetos inanimados, manteniendo tranquilas a las cosas inanimadas con la atención y el oído que les presta, recurso de la ciencia ficción o de la fantástica que nos permite ver el mundo de otra manera; una mirada de espectador pleno en la segunda parte del libro que observa girar –y cómo giran- los rayos de esa rueda del molino mal pintado que es la vida; una voz que narra, por último, los avatares de la vida de un tirano en Sudamérica, como si fuera un cuento de hadas absolutamente desubicado en lugar y época. Se alejó, González Tuñón, de un cerrado continuo lunfardo y perduró comprensiblemente sacando el material de su época y convirtiéndolo en una masa de escritura con la posibilidad de convivencia de distintas visiones en su lectura.
Todo esto que digo es posible gracias a la inteligente decisión de Ana Ojeda Bär y de Rocco Carbone quienes, en su estudio preliminar a la obra, sólo ubican temporalmente al autor y dan algunos puntos en común y de distancia con sus contemporáneos así como ciertas apreciaciones sobre los relatos editados. Porque comprenden que un estudio preliminar tiene el triste destino de no ser leído por la mayoría de los lectores y, cuando es leído, predispone la lectura para que el lector termine leyendo lo que el crítico pretende. Por eso fueron vivos y sólo escribieron unas veinte páginas que, en esta edición tan sobria no son casi nada. Edición sobria dije, blanca en letras y bordes rojos en la tapa, acorde con los textos editados, con el autor, con la época que trae en sus líneas. Es obvio que Ojeda Bär y Carbone conocen la ventaja que una reseña tiene sobre un prólogo: el que compra el libro lo hace para leer el texto, y deja de lado el prólogo como una molestia a la ansiedad de su lectura, o bien lo deja para una lectura posterior para poder enojarse o congraciarse con el crítico. Por eso Ana y Rocco sólo escribieron esas veinte páginas de rápida y fácil lectura, concientes del triste destino que tendrían. En el caso de la reseña, esta si se lee, porque los que compran esta revista la compran por esto mismo: acá no hay nada más, sólo estos textos.
Tres libros conforman este libro: El alma de las cosas inanimadas y La rueda del molino mal pintado, que reúnen relatos, y la novela corta o relato largo El tirano. Novela sudamericana de honestas costumbres y justas liberalidades. La ventaja de este libro, cargado de humor y rarezas, es que estos textos no se pueden encontrar en otro lado, a no ser que den con las ediciones originales de 1927, 1928 y 1932, respectivamente, lo que sería un hallazgo y una rareza más digna del autor. Con esta edición de El 8º loco se recupera a un autor injustamente dejado de lado entre los nombres de esa época que en Letras se dan como paradigma, quizá porque este sea el más raro de todo, y ya sabemos lo que hacen los profesores de literatura con lo que es raro...
Tuñón permite, en cada una de sus páginas, crearse un nuevo Tuñón para uno mismo, y es por esto que uno puede tener, gracias a estas 175 páginas, otra mirada de los escritores del 20, ni estéticamente elitista, Tuñón, ni proletario, Tuñón: un raro, Tuñón, un distinto, Tuñón.

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