martes, enero 22, 2008

LAS OBRAS COMPLETAS de OLIVERIO GIRONDO

A través de esta carta abierta, Raúl Antelo responde de manera categórica a Rosano y denuncia los entretelones de la preparación de la Obra Completa de Oliverio Girondo preparada por Antelo para Archivos. A continuación la carta completa que Ñ publicó groseramente reducida.

Acabo de leer en ñ su reseña del homenaje de Jorge Schwartz a Oliverio Girondo. Se hace eco en él del juicio emitido por el mismo Schwartz, en la contratapa del volumen, de que las Obras Completas que dirigí para la colección Archivos de la UNESCO no son tales. Es posible que Ud. o las editoras desconozcan los entretelones (es más, dudo incluso que hayan tenido ocasión de ver el libro, con circulación errática y misteriosa en la Argentina). Por eso quiero ponerlas en antecedentes.
En 1989, Amos Segala, director de la colección, convoca en San Pablo a una serie de críticos para asumir la tarea de editar algunas obras que integrarían la lista de Archivos, según las premisas de la crítica genética. Schwartz recibe la incumbencia de editar la obra narrativa de Oswald de Andrade (aún inédita) y yo, la poética de Girondo. En sucesivos viajes a Buenos Aires, descubro materiales, hasta entonces desconocidos, que permitieron avanzar las dos hipótesis más interesantes de relectura de esa obra. Primero: que los poemas vanguardistas del carnet de voyage no son otra cosa que la refuncionalización de las crónicas mundanas, modernistas y anónimas, que Oliverio publica en la revista Plus Ultra en la década del 10 y, segundo, que no hay como interpretar el trabajo del poeta sin una red de artífices de la modernización, lo cual se lee tanto en el poema inicial de Espantapájaros (que no sería posible, como claramente se ve a partir del manuscrito, sin el concurso de un tipógrafo cómplice), o bien en los poemas de la arché, fruto de sus exacavaciones arqueológicas en el cementerio Quilmes del NOA, cosa hasta entonces ignorada y que prueba ser de enorme trascendencia porque establece una sutil pero sólida línea de continuidad con la poética antropológica de Arturo Carrera, el mejor heredero de la poética de Girondo. En suma, la edición Archivos propone una relectura posmodernista de la vanguardia.
No estuve solo en ese proceso. Me acompañó un equipo integrado por Delfina Muschietti, Adriana Pérsico, Tamara Kamenszain, Francine Masiello, la mejicana Rose Corral, la española Trinidad Barrera, Roxana Páez, Patricia Artundo, dos colegas rosarinos del área de arte, Guillermo Fantoni y Adriana Armando, amén de dos poetas, el brasileño Régis Bonvicino y el mismo Carrera, que prologó la obra con un bellísimo poema, en rigor, un meta-poema, “El pie de Oliverio”. Last but not least, Jorge Schwartz. Todos ellos recibieron, con año de anticipación, mi trabajo de cotejo de variantes, manuscritas y éditas, de tal forma que la consigna era inequívoca: basar sus análisis en el nuevo texto establecido por la edición Archives y no ya en la edición Losada que por entonces circulaba.
Amos Segala tenía el mayor interés en que el volumen pudiese ser presentado en la Feria del Libro (Buenos Aires, abril 1999). Por lo tanto, la fecha límite de entrega de los originales había sido fijada para finales del 98. La última semana de diciembre de ese año, viajé a París y entregué en manos de Segala todo el volumen, salvo la colaboración de Schwartz, quien venía retardando la entrega una y otra vez. Me propuso finalmente entregar su colaboración en enero o febrero, cuando concluiría justamente un cursillo en Poitiers, pero recuerdo que le dije lo siguiente: “No, Jorge, va en confianza (sic). Si me vas a mandar el ensayo en febrero para yo leerlo, devolvérselo a Segala en Paris y él a su vez remitirlo a los talleres en Madrid, esto no llega a Buenos Aires editado en abril, de modo que se lo entregás directo a Segala y me mandás una copia para yo saber”. Así se hizo. En marzo, recibo de Fernando Colla, asistente de Segala en Poitiers, la copia del trabajo que Schwartz les dejara. Se la puso en el correo 15 días después de Schwartz haber pasado por Poitiers—como años despúes, el mismo Segala acabó admitiendo— por pedido expreso de Schwartz, tal vez para así impedir cualquier reacción de mi parte.
La colaboración de Schwartz, “Poesía inédita: la retaguardia poética en Dos nocturnos y Campo nuestro de Oliverio Girondo”, se basa en el manuscrito de este último poema, que Schwartz recibe en copia de otra de las colaboradoras, Patricia Artundo (quien por entonces gestionaba un doctorado en la Universidade de São Paulo) y la fotocopia de esos nocturnos, dispersos en periódicos de Montevideo, que nuestro colega uruguayo Pablo Rocca le cedió gentilmente a Schwartz. No hace falta decir que la más elemental regla de ética edótica (para no decir de simple mundanidad) hubiese obligado a Schwartz a comunicar al editor del volumen, Raul Antelo, para que a su vez, lo reportase a todos los otros colaboradores, que probablemente tendrían cosas a agregar o modificar en sus respectivos ensayos. Amén, es claro, de incluir, los inéditos en el cuerpo del volumen y no ya como material de investigación lateral e individual. Pero allí ya no tendríamos un inédito, ni un triunfo en la manga de Schwartz para poder proclamar que las Obras Completas no eran tales. Si es verdad que “faltan” algunos textos en la edición Archivos, es legítimo preguntarse qué responsabilidad le cabe a Schwartz en ello.
Que esta cuestión se mantenga en los límites de los bastidores, vaya y pase. Me ha tocado compartir a posteriori varias situaciones profesionales con Schwartz. Lo he tratado con corrección pero he limitado, obviamente, de manera irreversible, mi confianza hacia él. Constato azorado, al ver ese homenaje en las mesas de librerías de Buenos Aires, que Schwartz se arroga el derecho de ser crítico de una empresa en la que él mismo participó. Y más aún, que ese juicio, “las obras completas no son completas”—que se puede, en suma, entender “esa obra no es nada”—corre el riesgo de convertirse en juicio sumario para condenar, aún más si cabe, al olvido a un trabajo de mucho tiempo y mucha gente. Más grave aún: al haber reproducido en ñ ese juicio, Ud. Susana, sin saberlo, y muy probablemente, sin quererlo, ha ayudado a dañar la evaluación de ese trabajo y, paradoja de las paradojas, ha emitido el primer juicio crítico de Clarín sobre esa obra de 708 páginas de papel Biblia y tapa dura, que tanto Clarín como Nación, en su día, ignoraron, aunque la edición despertó el interés de Babelia, el suplemento de El País de Madrid, que le dedicó elogiosa media página. No está en juego, obviamente, la evaluación de los pares. Me basta con haber oido lo que Élida Lois, la mayor autoridad en crítica genética hispanoamericana, o Beatriz Sarlo tienen a decir sobre la edición Archives. O sea que no es el ego sum lo que está en juego sino el ego cum, una manera de concebir el lazo social, la relación ética, con los textos y con los pares.
Lamento que Beatriz Viterbo, editorial que mucho respeto, no haya podido percibir lo inadecuado y gratuito de esa fórmula oportunista de desmerecer el trabajo ajeno y que Ud., en sana ignorancia de estos antecedentes, la haya repetido. Pero me alarma que, dócilmente, el vicio acabe tornándose virtud y me indigna tener que asistir pasivamente a ese acto de destrucción tan típicamente nacional.
Me agradaría saber que el suplemento o la editorial pudieran sanar esta manifiesta injusticia.
Quiero creer que algún día pueda conocerla personalmente y poder hablar de asuntos más agradables.
Mis mejores saludos.

Raul Antelo

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