martes, enero 22, 2008

BAHÍA BLANCA

Por Daniel Link

Este poema integra el ciclo Psicopatologías. Durante tres fines de semana coordiné en Bahía Blanca un taller para poetas. Uno de los ejercicios que propuse a los participantes fue que escribieran un poema que se llamara “Bahía Blanca”. Ésta es mi propia respuesta a esa consigna. Robé, de sus versiones, algunas imágenes recurrentes.

Para Pamela

La última vez, antes de ahora,
Fue en Berlín.
Perdoname Pablo, fue en Berlín.
Íbamos
vos y yo,
Muertos de frío y de desesperanza
Por las calles de Kreuzberb,
Ansiando un vino tinto, una emoción argentina,
El íntimo cuchillo en la garganta.
Y oímos, detrás de una cortina espesa de mugre
-empezaba el año noventa y tres, y fue en Berlín-
La presentación de Sonia (o Isabel, o Sandra, o a lo mejor Susana)
Que iba a cantar para un grupo de
Ensimismados borrachos alemanes y turcos
Canciones del otro lado del Atlántico,
El nuestro,
La zamba de la esperanza
Que no teníamos entonces ni tenemos ahora.

Muertos de frío entramos, esperamos, escuchamos
La trama tramposa del los mohines impostados
Y vimos el maquillaje enfático,
La estupidez de los borrachos alemanes y turcos,
El espectáculo muerto de hambre,
Apenas sostenido por un exotismo alimentado
A fuerza de alcohol, desesperanza y frío.

Hacernos invitar a su hotelucho fue fácil.
Miraste cómo hacía lo que yo quería,
Lo que estaba mandado que yo hiciera
Con Sonia (Isabel, Sandra, o Susana).
Me hiciste prometer que nunca más,
Pablo
(¡perdoname, perdoname!).
Fue la última vez,
Antes de Bahía Blanca,
En un hotelito siniestro de Kreuzberg
Que me embriagaba sólo con el olor a gas lacrimógeno
Y el ruido de sirenas policiales
Que entraba por la ventana de doble vidrio,
Cerrada como estaba.
Isabel, o Sandra, o Sonia, apenas se quejó.
No sé si fue feliz.
La dejamos desnuda, abierta en dos,
Sobre la cama.
Y te prometí que nunca más, Pablo,
Nunca más.
“La cadena”, ordenaste, “tiene que cortarse”.

Pero ocho años después de Hamburgo,
Praga, Berlín, Madrid, Asunción y Bogotá,
Llegué a Bahía Blanca solo
Con una misión secreta
Que el Ministerio de Aguas
me había encomendado.
“Bahía Blanca se pudre por dentro”, me dijeron.
“Fijate cómo resolverlo”, me ordenaron.
Y vine a esta ciudad que se pudre por dentro.
Y el destino y el frío, y la desesperanza
Me pusieron delante de otra cortina espesa de mugre,
Estupidez, maquillaje enfático, alcohol,
Tramas tramposas, aburrimiento y frío.
Entré con mi cajita del vicio
En el bolsillo interior de la campera:
Drogas, guantes de látex,
Hilo de nylon,
Banditas elásticas,
El cortaplumas suizo que me regalaste.
¡Perdoname, perdoname!
“La cadena
Tiene
Que cortarse”.

Pamela habló, bailó, fingió cantar.
Excitó la parte sepultada de mí
Después de Kreuzberg, Praga, Berlín y Bogotá.
Fue fácil que me invitara
A su departamento siniestro
Que me embriagó con su olor a cloro industrial y pis de gato.
Respondió a mis reclamos eróticos.
Excité su deseo de aventuras
(para ella, yo era un exótico extranjero
venido del otro lado del Atlántico).
No sé si era feliz.
Ronronee en su oído,
Con mi mejor voz,
Palpando la cajita del vicio
En el bolsillo interior de mi campera.
“Vas a ser mi puta”,
“Voy a hacerte todo lo que quiero,
lo que estoy mandado a hacerte,
lo que nadie te hizo”.
Sus lentillas de colores
Quedaron sobre la mesa.
Mientras las drogas empezaban a afectarnos
Pamela se desnudaba para mí.
“Así, putita”.
Casi toda desnuda, me ofreció sus glúteos
Podridos por dentro,
Con ese olor a cloro industrial y pis de gato
Que me afiebró de entrada
Y que yo estaba obligado a resolver.
Su vocabulario era tan limitado
Como el de Kreuzberg, Hamburgo o Bogotá.
Le expliqué lo que era “perineo”.
Busqué su perineo, lo acaricie,
Le prometí la lengua,
El goce inaudito,
Toda la zamba de la esperanza
Que ansiaba que alguien le ofreciera.

Pamela se acostó boca abajo,
Ofreciéndome sus glúteos enfáticos,
Su estupidez, su trama tramposa.
Le dije que no.
“Date vuelta putita, quiero verte la cara”.
El hilo de nylon en sus muñecas,
El cortaplumas suizo en mis manos de látex
Enguantadas.
“Ahora voy a desnudarme”
Ronronee en su oído espeso de mugre
Y podrido por dentro.
Su excitación apenas toleraba
(¡Perdoname, Pablo,
Perdoname!)
las aspiraciones a las que la sometía.
“Pamela,
voy a hacerte lo que nunca
nadie te hizo”.
Até sus testículos almendrados
con una banda elástica.
Tres vueltas y la circulación sanguínea se detuvo.
“Vas a ser mi puta”
Mientras lubricaba con su saliva y mis dedos de látex
Su escaso vocabulario, su estupidez, su perineo.

La ablación de testículos es un juego de niños.
Una incisión en el escroto,
Un corte rápido en los conductos espermáticos.
Tu cortaplumas suizo, Pablo, ¡perdoname!,
Hizo todo el trabajo por mí.
Pamela casi disfrutaba.
Se asustó cuando le mostré lo que le había cortado,
Esas almendritas podridas por dentro
Que hubiera preferido no cargar a lo ancho del mundo.
“Y ahora voy a trabajar tu perineo”
Ronronee en su oído mientras ponía contra su boca
El algodón empapado de drogas.
El cortaplumas suizo trazó una raya de sangre.
Seguí cortando, tallé los labios mayores
Con la piel ensangrentada de su perineo.
Seguí cortando detrás del cuerpo cavernoso:
Músculos, carne, Pamela, mi amor,
Le hice todo lo que estaba llamado a resolver.
No perdió la conciencia ni el vocabulario limitado.
Pálida, se desangraba.
Yo no podía más de excitación, estaba en riesgo.
Una gota invisible de esperma hubiera bastado
Para el examen de ADN.
“Pamela, mi puta”
Ronronee en su oído
“Vas a morir como una mujer que sangra ritualmente”.
La sangre de su perineo empapaba la cama.
Sus piernas exhaustas se abrían como una bahía.
Su maquillaje enfático corría
En hilos de lágrimas de cloro industrial.
El último tajo hizo volar su arteria por el aire
Y un chorro de sangre dibujó
En la pared miserable de su cuarto
Un Jackson Pollock.

Me vestí y salí en silencio.
Pamela iba a morirse de ritual, sin sangre, una hora después.
Para la ciudad que se pudría por dentro,
Yo era un extranjero del otro lado del Atlántico.
Y había traicionado una promesa.
¡Perdón, Pablo, perdón!
Ansiaba la patria,
El íntimo cuchillo en la garganta,
Y una orden confusa me obligó a olvidarme
De Kreuzberg, Bogotá
Y el reclamo que había aceptado de tu boca:
La cadena tenía que cortarse.
Pero ahora sigue, y va a seguir.
Me voy de esta ciudad que se pudre por dentro.
Mi informe va a decir:
“Bahía Blanca se pudre por dentro.
Busqué en sus profundidades las razones del
Olor a cloro industrial y pis de gato.
Pero a decir verdad,
No pude averiguar la causa”.
Fuera de informe: el frío que sentí,
Y la desesperanza,
Y la cajita del vicio.
Perdón, Pablo, perdón.
Ando, furtivo, por Recife.
Salí a caminar con la cajita del vicio
En el bolsillo interior de la campera.
Tarareo, sí, la zamba de la esperanza.
La cadena tendría que cortarse.


Daniel Link
Bahía Blanca, agosto de 2001

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